sábado, diciembre 24, 2005

Tregua navideña

La navidad como época de reconciliación, aunque sea efímera. Esa ha sido la premisa que se desparrama en las fechas decembrinas, y que en ocasiones ha sido causa justa de treguas memorables {y no precisamente la actual ordenada por el IFE comandada por las televisoras}, tanto entre familias como entre naciones. Una de las que más ha llamado mi atención fue la no tan famosa Tregua Navideña de 1914, donde por unas horas los ejércitos alemanes y británicos, sumidos en el sangriento principio de la Gran Guerra, relajaron el gatillo y se encararon fraternalmente bajo la égida del importante y reiterado natalicio.
Desde las primeras horas del 24 de diciembre de ese fatídico año, tanto los alemanes como los ingleses sembrados en tierra de nadie {hoy Bélgica} salieron de las trincheras para decorar 'navideñamente' sus alrededores {ya sea poniendo velas en los árboles, o bien haciendo coronas de paistle}. La alta entonación de villancincos en ambas trincheras convocó a una sana y chusca competencia de altavoces. Se deseaban mutua felicidad, al grado en que algunos razos se encontraron cara a cara en la tierra sin dueño para intercambiar regalos {whiskey, gin, tabaco y demás piezas preciosas varoniles}. La atmósfera cristiana, que entonces presentaba a Benedicto XV como el titular del Vaticano, ayudó para que juntos alzaran su voz al tono del Salmo 23 {que no Juan de Dios Ibarra}, cuyos dos primeros versos son himno de entrega total. Esa fue la única que se presentó a lo largo de la Primera Guerra Mundial, quizá por el falso presentimiento de que la belicosidad dudaría por mucho un parpadeo.

1 Comments:

At 10:23:00 p.m., Anonymous Anónimo said...

Desgraciadamente la historia calla esta bella historia que demuestra que aun en la guerra quedan personas buenas y sentimientos bellos en los seres humanos que habitamos este mundo cada vez mas decadente, ojala todos pudieran conocer este parte de la historia que nos haria bien recordar siempre que no hay nada mejor que la paz entre seres humanos, sin importar la nacionalidad ni el color de piel ni la creencia ni nada, quizas muchos gobernantes deberian pensar mil veces antes de desatar una guerra en la que nadie gana, pero si pierden todos. Una bendicion a todos los soldados que se dejaron llevar por el espiritu navideño ese 25 de diciembre de 1914 que han de estar en la gloria del paraiso. Alberto

 

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