¿Vare..qué?

Desde niño me ha costado imaginar un circo sin animales -incluido San Lázaro- hasta el punto en que decepcionado rogué a mis padres que nos largáramos del entonces magnánimo Sir Cochino de Pekín. Ergo, siempre consideré al Cirque du Soleil otro aburrido espectáculo segundón de los franchutes, al grado de negarme a asistir gratis al Zumanity. Estando acá y privilegiado por la personalidad jurídica y sociopolítica de la institución que me emplea, me definí por no desauciar la invitación a la inauguración VIP que me fue amablemente extendida. He de aceptar que el criterio por el cual acepté no fue mi afición por las acrobacias ni por la fantasía hecha circo; in contrari sensu, me subí al vehículo más bien empujado por una seductora nota colocada estratégicamente al pie del cordial cartoncillo, la cual rezaba: please join our lounge set afterwards :: cocktails and delicatessen fully served. En adición, el co-patrocinio de Bombay Sapphire y Heineken fue otro detalle alentador.
Así, con el "Jesús, que ya se termine esto" en la boca, gocé del show: increíble. No fue el grado de dificultad de las acrobacias sino la creatividad con la que se las inventaron. A pesar de algunos números netamente aburridos, la personificación de Ícaro, la aparición del malabarista camboyano y las payasadas de un pendejo valieron la espera. En general, las caracterizaciones y la escenografía fue también de primer nivel. Igual de sorprendente fue saber, primero, que había menos de cinco franceses en el reparto de más de cincuenta mugrosos, y segundo, que fue una producción mayormente quebecquá.
Después de dos horas y media, era tiempo de dirigirme a la fuente de la vida. Seguía mi número, mis acrobacias más genuinas y más refinadas: meterme amablemente en la fila de la barra, traducir al inglés la explicación anterior, sostener dos tragos en cada mano, balbucear en francés, apelar a la bartender por su nombre, explicar mi vestuario, alabar la decoración de la minicarpa, presumir que no fumo, intercambiar un guiño por un RedBull, apuntar numeritos y, finalmente, la más aplaudida de todas: escabullirme semiebrio conduciendo -al margen de la ley- en una de las cinco autopistas más importantes de la Unión Americana.
4 Comments:
entretenido y hasta cierto punto gracioso.
Jajaja, muy buen relato. Solo me queda preguntar si en tu escape no temiste ir a acompañar al último de los Kennedys..
Después de siglos y siglos del gran circo romano, el pan -en el sentido más amplio- conjuntado con el espectáculo sigue arrastrándonos.
Los tragos, pues, son los tragos y si son gratis, mejor aún; se suben más despacio.
Buena anécdota mi queridísimo. Sobre todo en la primera parte me sentí identificadísima, recordé un cumpleaños (No.8 creo) mio donde me llevaron a mi y mis amiguitos al circo... fatal recuerdo, odio los circos en el sentido más amplio de la palabra.
Pero creo que ante la situación en la que tú estabas hubiese actuado de la misma forma. Cheers.
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